Amy Winehouse había alcanzado fama internacional tras una meteórica carrera como cantante, pero el pasado mes de julio sorprendió la noticia de su fallecimiento. Sólo tenía 27 años.
Amy nació en el seno de una familia judía con tradición musical y se crió en Londres. A los 10 años de edad fundó su banda de rap. A los 13 fue expulsada de la escuela Sylvia Young Theatre School por falta de aplicación y por ponerse un piercing en la nariz. Pero su meteórica carrera comenzó a los 16 años, después de que su amigo Tyler James le diera una demo a un productor. Frank y Black to Black, dos discos fueron suficientes para dejar huella en el panorama musical y arrasar en los premios Grammy de 2008, llevándose cinco de los seis premios a los que optaba.
Gran compositora y extraordinaria voz. Sin embargo, algo no iba bien en su vida. La anorexia, bulimia, drogas y alcohol son muy malos compañeros de los que Amy parecía no poder (ni querer) apartarse. Lo dejó bien claro en Rehab, uno de sus mayores éxitos: "Intentaron que fuera a rehabilitación. Pero dije no, no, no". Y, poco a poco, se iba borrando del mapa, hasta que de repente... desapareció.
No es la primera vez que ocurre algo así con estrellas de la música, como antes ya pasara con Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones o Jim Morrison.
¿Qué misterio rodea a la desaparición de este mundo en torno a los 27 años de edad de algunos talentos?
Esa edad es justo el peldaño anterior al primer retorno de Saturno -que se produce entre los 29 y los 30 años de edad-, cuando uno ya tiene que dejar de ser Peter Pan para convertirse en una persona madura. Y eso pesa para quienes prefieren la libertad, para quienes los corsés les ahogarían tanto que, antes de llegar a soportarlos, prefieren volar a otro lugar. Quizá esos espíritus rebeldes no están dispuestos -consciente o inconscientemente- a integrarse en las normas sociales, a madurar, a acatar normas... en fin, a esas cuestiones que nos exige Saturno para darnos a entender que no somos totalmente libres, sino que hay estructuras que necesariamente nos encorsetan.
A los 27-28 años se cumple otra de las grandes etapas astrológicas: la edad cuando Urano hace su primer trígono al lugar que ocupaba en el momento de nacer, cuando uno tiene que abandonar los clichés que le hayan impuesto la familia, educación, etc. para sacar su propia personalidad. Esa etapa de rebeldía, cuando se ejecuta con la mirada puesta en crecer, en hacer su propia vida, en ser responsable de sí mismo y en trazar otras bases para el futuro, es genial, sienta bien, es necesaria para el desarrollo del individuo. Es una aventura imprescindible para ejercer de uno mismo. Es un ejercicio de emancipación, creatividad y búsqueda de autenticidad. Es el momento de liberarse de pautas impuestas o heredadas por la educación, cultura, falta de conciencia de nosotros mismos, etc.
En otra medida, por supuesto nada trágica, es lo que le está pasando al campeonísimo Rafa Nadal, precisamente porque se acerca a esa edad, y ahora declara que ya es mayor, que antes obedecía a todo lo que le decía Toni, su tío y entrenador, sin rechistar ni planteárselo, pero que ahora tiene sus propias opiniones. Pues así es y así debe ser, en ese primer retorno de Urano todos tenemos que aprender a sacar a flote nuestra auténtica personalidad, a rebelarnos un poco y tratar de mostrar al mundo quienes somos, cuáles son nuestras verdaderas cartas.
Pero, ¿qué pasa cuando ese paso evolutivo uraniano ya se dio mucho antes de los 27-28 años, cuando uno ya "está de vuelta", cuando uno no tiene que desprenderse de estereotipos ni clichés impuestos porque los dejó atrás hace tiempo, porque antes de alcanzar esa etapa en la que el individuo y su conciencia aprenden a hacer su propia revolución ya se había revelado (y también rebelado), ya era revolucionario...? Quizá entonces, el individuo siente espanto, siente un paso en falso, como asomarse a un vacío, a algo que carece totalmente de sentido para él. Y desde luego, tampoco se está en disposición de dar el salto hacia la etapa siguiente, hacia la etapa saturnina, es decir, no se está por la labor de sentar la cabeza, madurar, hacerse mayor, establecer planes para algo estable e, inevitablemente, acotar la creatividad, la genialidad, la individualidad. ¿Es entonces cuando sobreviene la tragedia? Eso es lo que parece desprenderse, al menos, de estos casos tan llamativos.
Algunos de los significados astrológicos de los planetas citados para hablar de estos ciclos son los siguientes:
Urano: Rebeldía, independencia, individualidad, excentricidad, inadaptación, genialidad.
Saturno: Responsabilidad, sentido del deber, organización, madurez, estructura, cristalización,
(Artículo publicado originalmente en la revista Tu Suerte del número de octubre de 2011)